Empresas grandes, pequeñas, de este o aquel sector identifican como necesarias competencias ligadas al trabajo en equipo, la orientación al resultado, la responsabilidad, la flexibilidad… Competencias corporativas muy similares y que, estando igualmente presentes en una u otra organización, no explican las enormes diferencias de filosofía, valores y actitudes de los trabajadores de esas empresas diferentes.

Lo sorprendente es que una y otra vez nos encontramos con un mismo factor diferencial. Un factor recurrente, influyente y atractivo que parece haberse contagiado entre muchas personas de la organización favoreciendo su motivación y, por ende, a los resultados. Llamémosle “ilusión”, y entendamos con ayuda de la RAE esta actitud como la “Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo”

Resulta especialmente interesante ver que, aun con su demostrada influencia positiva en los resultados, son pocos los esfuerzos del mundo empresarial por crear y mantener ese clima de ilusión entre las personas de sus equipos.

En este punto se hace necesario volver a la pregunta inicial ¿Cuáles son esas esperanzas movilizadoras?, ¿Qué nos ilusiona?, ¿Hay proyectos que se identifiquen como ilusionantes y comunes a un gran número de personas?.

Resulta que para esto también tenemos una investigación, ya que el Primer Barómetro de la Ilusión (que existe) ha medido e identificado los 10 proyectos que más ilusionan a los españoles.

Puedes leer el estudio completo aqui, o si quieres saber tu nivel de ilusión también puedes participar en el II Barometro de la Ilusión, que está en desarrollo.

Los resultados nos revelan que, entre otras, nos ilusiona viajar, pasar tiempo con familia y amigos, hacer deporte… No hay reflejo de ilusiones laborales entre estos 10 proyectos más allá del propio de “encontrar trabajo” o quizá del de “aprender algo nuevo”, si entendemos que este aprendizaje puede darse respecto a un aspecto laboral.

En esta reflexión podemos encontrar respuesta a por qué España sigue a la cola de Europa en productividad si, paradójicamente, cuenta con la población que más cantidad de horas dedica al trabajo.

Contamos con dos potentes máquinas generadoras de ilusión: los líderes y nosotros mismos.
El líder debe asumir el papel de impulsor del equipo, de creador de ilusiones a través de su actitud positiva, el uso del refuerzo, el fomento de la participación y una comunicación abierta.

“Solo hay una manera de conseguir que una persona haga algo y es la de conseguir que quiera hacerlo”.

Dale Carnegie

Sin embargo, la máquina que probablemente cree, mantenga y contagie mayor ilusión, la llevamos dentro. Nosotros mismos somos los mayores “hacedores de ilusiones”. El mismo cerebro, que hace volar nuestra imaginación a paraisos lejanos, tiene la capacidad de recrear con detalle el escenario del éxito por un reto alcanzado, la sensación de orgullo ante un logro, la emoción sentida ante el reconocimiento del trabajo bien hecho. Es cuestión, como en el Cuento de la lechera, de visualizar una mejora, recrearnos en el progreso hasta alcanzarla y permitirnos mantener esa ilusión.