Javier se encuentra con un amigo que, feliz, le cuenta que ha encontrado trabajo en el extranjero. ¡Enhorabuena! ¡Qué buena noticia! –Le felicita sonriendo- Supongo que ahora estarás con las preocupaciones del cambio… Javier es un corcho.

Javier es probablemente como la mayoría, una persona que oscila entre la ilusión de los nuevos proyectos y buenas noticias y la preocupación por el cambio y la salida de la zona de confort. Javier es un corcho porque flota, anima y se anima con una trabajada actitud optimista y sabe que el positivismo se gana día a día con cada acción. Sin embargo, mantiene un nivel de cierta preocupación que también proyecta a los demás.
Como corcho, se sumerge de vez en cuando con alguna tormenta o se hunde temporalmente con alguna tempestad. Inmersiones pasajeras de las que se suele recuperar para seguir su viaje a nivel de flotación. Es un viaje hacia alguna parte con un rumbo más marcado por las circunstancias y corrientes que por una hoja de ruta. Es la deriva del corcho.
El corcho no es cohete, como algunos, que despegan propulsados por el combustible de su ilusión, con o sin hoja de ruta. Los cohetes son de salida rápida y la alta confianza en su proyecto o en su momento les proporciona la seguridad para actuar dándolo todo en un trayecto rápido, casi fugaz, que termina de forma repentina bien en fuego artificial bien en bombeta desinflada.

Los cohetes son la suma de un acotado número de felicidades intensas
El corcho tampoco es plomo, como otros, en inmersión hacia el fondo. El plomo se hace más pesado cada vez que se centra en los obstáculos, cuando se carga de una y otra creencia autolimitante, al mirar hacia atrás… El plomo es peligroso porque se siente víctima de todo y todos y con su contagiosa actitud negativa puede llevar hacia el fondo a las personas que le rodean.

El plomo es de felicidades escasas y pasadas
El corcho, a veces más en la superficie, a veces más en el fondo, se mantiene a nivel de flotación con su movimiento lento y dirigido al disfrute de su mecer en el mar. Su deriva es, tal vez, la adaptación al hecho de que es difícil viajar contracorriente. Navega en una realidad que no siempre siente como positiva. El corcho no es hacedor de sueños ni defensor de ideales, es el vividor del día a día de comunes felicidades

El corcho conquista diariamente la felicidad de las pequeñas cosas
Y tú, ¿Eres cohete, corcho o plomo?