“Todo trabajo se dilata indefinidamente hasta llegar a ocupar la totalidad del tiempo disponible para su completa realización”, es decir, que el informe para antes del 17 lo ultimaremos el 16, haremos cola el último día de entrega de tales papeles y compraremos los últimos regalos de reyes el 5 de enero. Si te identificas con estas historias eres parte de esa mayoría de personas que damos sentido a la Ley de Parkinson, una de las 7 leyes psicológicas que explican cómo gestionamos el tiempo.
Al trabajar con equipos he encontrado frecuentemente personas e incluso, a veces, equipos al completo que refieren trabajar mejor bajo presión. Como si la presión les facilitara la concentración en la tarea, la ejecución del trabajo y el máximo rendimiento. En el transcurso de una sesión con un líder, éste me explicó cómo para él, el estrés y la urgencia eran valiosísimas herramientas para despertar el genio dormido del equipo. Para ello imponía plazos más ajustados de lo necesario, realizaba un seguimiento implacable de los compromisos y presionaba al equipo con recordatorios constantes.

¿Qué hay de psicológico y qué de biológico en las ventajas de trabajar bajo presión?
Cuando trabajamos sobre una urgencia nuestro mecanismo de estrés se activa, nuestro cerebro libera una serie de hormonas a través de la sangre que excitan, inhiben o regulan la actividad de nuestro cuerpo. Sin embargo, lo curioso, es que nuestra biología nos ha preparado para dar una respuesta física. En situación de estrés se incrementa el rendimiento cardíaco, aumenta la fuerza, la masa muscular y la capacidad respiratoria, es decir, nuestro cuerpo se prepara como lo haría un animal para afrontar una situación de amenaza física. Desafortunadamente hoy en día la mayoría de nuestros estresores son psíquicos y demandan una activación mental con mayor concentración, mejor y más rápida toma de decisiones… y nuestro mecanismo de estrés provoca lo contrario: activación física pero embotamiento mental ¿has sentido alguna vez que no podías pensar justo en el momento de tomar una decisión urgente?

Nuestro cerebro funciona a través de una serie de impulsos eléctricos a los que llamamos ondas cerebrales. Hay cuatro tipos generales de ondas: beta (asociadas con la alerta), alfa (en los momentos de relajación), theta y delta (diferentes niveles de sueño). En nuestra actividad diaria y en los momentos de estrés funcionamos con ondas beta. Lo interesante es que la investigación neuro-científica nos revela que el ritmo que mejores resultados aporta al pensamiento es el ritmo alfa, que favorecen el conocimiento consciente aumenta la imaginación, la memoria, el aprendizaje y la concentración; y este ritmo es el que mantenemos en los momentos de mayor relajación.

Parece que la idea de trabajar mejor bajo presión no obedece a una ley física, sino a un juego psicológico por el que, a falta de planificación, es la urgencia la que nos disciplina para actuar.