Ayer participé en una reunión de dos grupos en conflicto. El objetivo era, en apariencia, acercar posiciones. Sin embargo, como sucede a menudo, el propósito de ambas partes era en realidad defender sus posiciones.

El principal obstáculo en la resolución de conflictos suele ser este, que las dos partes ponen por delante demostrar que tienen la razón a alcanzar una solución, y que lograr al tiempo ambas, con frecuencia, son incompatibles.

Cuando acudimos a afrontar un conflicto lo hacemos con uno de estos dos propósitos en mente:

  1. Tener razón
  2. Alcanzar una solución

En la mayoría de los casos las partes acuden a los primeros encuentros de resolución queriendo tener razón, y esto implica que se centran en querer hablar, convencer y finalmente “vencer”. Raro es el caso en que, de primeras, se acude con la genuina intención de alcanzar una solución despojándose del deseo de “ganar”. Sólo cuando ambas partes se hacen conscientes de que desde esta posición no se alcanzan acuerdos comienzan a escucharse e intentar entenderse.

Como decía al comienzo, ayer asistí a una reunión en la que ambas partes, como suele pasar, estaban en “tener razón”. Lo interesante fue que una de las partes utilizaba un patrón de juego psicológico que algunas personas representan en los conflictos y que es emocionalmente bastante dañino. Quizá lo reconoces (o te lo reconoces…)

Es probable que hayas asistido a discusiones acaloradas, desconcertantes por momentos y de las que saliste con la sensación de no haber sabido responder rápido. ¿Te ha sucedido? Son conversaciones en las que tu interlocutor/a está empleando simultáneamente lo que denominamos patrones tóxicos.

En mi opinión profesional la clave está en abrir los ojos a las señales de estos patrones para evitar entrar en el juego al que invitan. ¿Sabes cuáles son?

Se trata de expresiones, apelativos y gestos que, al margen del propio contenido que se negocia, nos invitan a entrar en un juego psicológico peligroso en el que podemos acabar mal.

Pues bien, en la reunión de ayer una de las personas en conflicto, llamémosle Pedro, jugaba estos patrones tóxicos con bastante “arte”. Personalmente me fue muy útil ser consciente de ello para evitar entrar en estos juegos. Comparto cuáles son y cómo reconocerlos con algunos ejemplos de esa misma reunión:

El patrón “perseguidor”

Pedro está convencido de tener la razón y quiere demostrarlo al resto, pero lo hace desde un patrón tóxico llamado “perseguidor”, es decir, desde la premisa YO HE HECHO BIEN Y TÚ MAL. Podemos descubrir este patrón porque la persona perseguidora se muestra superior, crítica, poderosa.

En la reunión de ayer Pedro su actitud perseguidora con mensajes como:

  • “No has contestado ninguno de los correos que yo puntualmente te he mandado”,
  • “O aceptas estás condiciones o iremos a juicio”,
  • “Mira chaval yo ya llevo muchos años en esto y sé lo que te digo”

Estos mensajes son una forma de manipulación en la la persona perseguidora quiere ganar dando miedo a su rival. El juego del perseguidor tiene como objetivo doblegar al interlocutor/a; bien sea que esto sucede después de varios de estos mensajes de ataque y crítica o porque se rinde desde el comienzo.

Es posible que en el trasfondo de quien los emite se encuentre inseguridad o ausencia de convicción en los propios argumentos. Sea como fuere, para quienes los escuchan suponen una gran tentación. Es fácil entrar a contrargumentar, usar el mismo tono, o amenazar, lo que conlleva a un escalado del conflicto emocionalmente dañino y que nos aleja de la solución.

Ante estos mensajes la clave está en no responder ni con un contrataque ni con defensa. La mente del perseguidor está bajo un secuestro emocional en el que cualquiera de nuestras respuestas son alimento para sus argumentos. Sólo espera unos segundos en silencio. Ser capaz de esperar en silencio es una acción bastante más accesible que responder con asertividad en tal momento de ofuscación.

Es difícil, responder con asertividad diciendo “yo lo veo de esta otra forma y lo que necesitaría sería esto, por eso te propongo…” Soy realista. Los mensajes perseguidores son una invitación a la guerra. Si puedes responder con asertividad ¡adelante!, tu grado de madurez emocional es alto. Si no puedes, procura tomar la alternativa del silencio ante amenazas y descalificaciones.

Cuesta obviar las críticas, pero pregúntate ¿quiero tener razón o tener resultados? Es probable que si entras en el juego del perseguidor no consigas ninguna de las dos.

El patrón “víctima”

En la reunión de ayer sucedió que las personas en conflicto no jugaron con Pedro al juego del “perseguidor”. Ni con contrataques abiertos, ni con rendiciones inmediatas. Así que Pedro, de manera inconsciente y repentina cambio de juego psicológico. Esto es lo que desconcierta en un conflicto: los cambios.

Entonces Pedro empezó a actuar desde otro patrón tóxico, el de «víctima», es decir, desde la premisa YO NO PUEDO. Este patrón se manifiesta a través de mensajes que buscan “dar pena” y que tienen como finalidad que la persona interlocutora sienta culpa.

En esta línea ayer mismo escuchaba:

  • “¿Quién ha pensado en mí en todo esto?”,
  • “Me gustaría, pero no puedo acceder a lo que me pides”,
  • “Con tu reclamación me hundes”

Estas frases parecen invitar a la empatía, pero en este caso resultaban manipuladoras porque no eran honestas sino un chantaje y estrategia con la que Pedro quería alcanzar un resultado favorable solo para sí mismo. Estos mensajes victimistas son emocionalmente inmaduros.

Es conveniente no atender este tipo de mensajes victimistas y proseguir buscando acercar posiciones.

El patrón “salvador”

Finalmente, sucedió que Pedro no obtuvo la empatía que buscaba con sus mensajes victimistas. Sí algunas muestras de empatía, pero no las que le llevarán a conseguir lo que quería, por lo que en un último cambio comenzó con el patrón de comunicación más dañino: el «salvador».

Esta actitud es la más compleja de identificar. Actúa desde la posición de YO BIEN y al igual que en la actitud perseguidora parte de una posición de superioridad, aunque en este caso la superioridad se muestra como chantaje emocional. En este caso Pedro supo rápidamente como sobornar: primero haciendo mínimas concesiones y después recriminando que sólo él ponía de su parte:

  • “Con lo que yo he hecho por ti y ahora me vienes con esto”
  • “Podría no haberte dado nada y sin embargo he cedido en esto”

Sí, una concesión en una negociación es un signo positivo. Acercar posiciones en favor de satisfacer de alguna manera los intereses de la otra parte es el escenario deseado en la gestión del conflicto. Sin embargo, las concesiones a veces son estéticas y pueden ser sobre aspectos que no tienen ningún interés para la otra parte o sobre temas que de por sí son una obligación legal o parte del contrato.

En ocasiones una parte esgrime como tales concesiones que en realidad no lo son y se victimiza después porque no estas no se están teniendo en cuenta. Nos encontramos con un juego psicológico de salvación.  Una actitud tóxica muy peligrosa que causa heridas emocionales profundas porque el salvador culpa a la otra parte del fracaso de la negociación.

Ahora piensa en esos conflictos en los que sentiste confusión, esas discusiones en las que tus razones no parecieron estar a la altura de los argumentos del otro y terminaron con malestar y sin solución ¿qué sucedió? Probablemente, entraste en alguno de estos juegos psicológicos… ¡o en varios!

Con frecuencia la persona que mantiene una actitud tóxica en el conflicto alterna los patrones como hizo Pedro, primero perseguidor, después víctima, finalmente salvador. Ante actitudes de este tipo los conflictos se enmarañan y quedan varados en el fango de tener la razón.

Ayer asistí a una reunión de resolución que no lo fue. Seguramente Pedro hoy hace un relato en el que explica que él quería solucionarlo y que lo intentó todo… A veces no hay consciencia de las artimañas propias.

Espero que ahora tengas una mirada ampliada de estos sutiles juegos humanos que obstaculizan alcanzar acuerdos y nos restan energías. Te invito a eludirlos. Tener conflictos es inevitable, sufrirlos es opcional.