Caballos en Amasa

“Un vecino cría caballos en su casa de campo, pero los fines de semana la gente de la ciudad les da comida. Lo malo es que les dan carne y restos de pizza, y los caballos son herbívoros. Mi vecino colocó un cartel que decía «No dar de comer a los caballos», pero la cosa empeoró porque dio ideas a quienes no se les había ocurrido alimentar a los caballos. Después probó con «Les rogamos que no den de comer a los caballos» para no resultar demasiado tajante. El resultado fue aún peor, porque algunos pensaron que, como era educado, no le importaría. Mi vecino me pidió ayuda, yo le hice un cartel y lo colgué. Al final del verano le pregunté cómo había ido y me dijo que de maravilla. ¿Qué decía el cartel?: «Solo comemos manzanas y zanahorias» 

Tomado del libro «Convence en 90 segundos” de  Nicholas Boothman

 

Alrededor de los 10 meses niños y niñas emiten sus primeras palabras. Una de las primeras que balbucean es «no». Desde ese momento el «no» nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida. De hecho, el «no» está entre las 15 palabras más frecuentes en nuestras conversaciones.

Las frases con un «no» son confusas

Piensa en todos los carteles con normas con los que hemos crecido: «no fumar», «no pasar», «no gritar»… ¡Cuantos noes! Aunque esto está empezando a cambiar. ¿Te has fijado? La mayoría de estos enunciados negativos se han modificado, y es que la neurociencia ha demostrado que las expresiones con un «no» son más confusas y más difíciles de recordar que las afirmativas. Esto es porque nuestro cerebro traduce casi todo lo que recibe a imágenes y, sin embargo, no puede dar imagen a una negación, de forma que el elemento aludido, aun si es negado, pasa durante unos instantes por nuestra consciencia.

¿Probamos? Imagina un animal de un color, que no sea un pulpo gris… Difícil, ¿verdad?  Esto es lo mismo que le sucedió al vecino que criaba caballos cuando colocó el primer aviso («no dar de comer a los caballos») y resultó ser una incitación a hacerlo. Por el mismo motivo los carteles de «en caso de incendio no utilice el ascensor» han ido sustituyéndose por otros del tipo: «en caso de incendio utilice las escaleras».  

Al principio parece difícil. Es normal si tenemos en cuenta que llevamos toda la vida utilizando el «no», pero con un poco de tiempo daremos con la fórmula más adecuada en cada caso. Así ha sucedido con el «no fumar» que se ha transformado en «espacio libre de humos» o el «no circular por la izquierda» que se ha convertido en un sencillo «circule por su derecha».

Trabajando con una responsable de seguridad en el trabajo recuerdo que me expresó su preocupación por una posible tibieza de las frases en afirmativo. “¿Qué tal si añadimos algún adjetivo o adverbio cuando queramos enfatizar?” – le propuse. De esta manera que un antiguo cartel de «no tocar» se transformó en «uso exclusivo de bomberos» y el de «no pasar» en otro con la frase «solo personal autorizado».

 

Quien pone un obstaculo es un obstaculizador

El «no» tiene, además, otros efecto indeseado: poner énfasis en el obstáculo provoca una rápida asociación con quien emite el enunciado negativo, de manera que la persona que pone el obstaculo se vuelve  obstaculizadora.

Imagina por ejemplo que te piden una reunión este jueves y tu agenda de ese día esta completa. Una respuesta rápida podría ser «no, imposible». En este caso el foco de la conversación estará más en la restricción que en la solución y por asociación tú serás la persona obstaculizadora.

La mayoría de las personas no queremos dar esa imagen de obstaculizadoras, y menos cuando tenemos motivos de peso para negarnos. Sin embargo, esa asociación obstáculo-obstaculizador será la que suceda cuando nuestras respuestas sean en negativo.

¿Cómo podemos mantener la imagen de posibilitador/a y al mismo tiempo los límites?

A este respecto los avances en el conocimiento de la mente también pueden ayudarnos. Hoy sabemos que nuestra mente busca ávidamente los porqués de las situaciones, especialmente cuando no concuerdan con nuestras expectativas. La atención a un mensaje que suponga una negativa cae drásticamente si no se conocen los motivos y, lo que es peor, la desconfianza en la persona emisora aumenta significativamente.

Por esto, es necesario comenzar con una explicación breve de por qué no. La información mínima que consideremos facilitar según el contexto y relación con la persona con la que hablamos. Y a continuación mantener el límite, pero siempre enunciándolo a partir de alternativas.

Siguiendo el ejemplo:

«Como el jueves tengo reuniones encadenadas todo el día, te propongo que nos veamos el viernes por la mañana o, si es urgente, podría llamarte brevemente el jueves a mediodía”.

 

¿Cómo te suena?

 

Te animo a que pruebes a transformar “noes». Si lo haces, me cuentas…