Suena el pitido que avisa del cierre de puertas del tranvía de Bilbao.

Se reanuda el movimiento. Una mujer corre por el pasillo. Golpea con los nudillos fuertemente la puerta de vidrio que separa al conductor del resto del habitáculo.

“¡Pare, pare! ¡Se nos ha quedado el niño fuera!”-la madre está muy nerviosa.

El conductor se niega.

Una mujer a mi lado murmura “es que a los niños no se les puede dejar solos”

Otra dice “tendría que haberle dado la mano”

Ella insiste a gritos a través del cristal: “Ha salido solo y no nos ha dado tiempo a salir detrás. ¡Que es un niño pequeño!”

El conductor le explica que no puede parar entre estaciones y continua la marcha.

El padre activa el freno de emergencia y el tranvía para en seco.

Esta vez el conductor sí sale y se dirige visiblemente enfadado hacia el padre.

“Tampoco son formas”- crítica una señora señalando al conductor.

“¡El freno es para EMERGENCIAS!” – sentencia un hombre cercano.

Por la venta a un par de metros del tranvía vemos al “niño” acompañado de una mujer que con gestos hace ver que ella le lleva a la siguiente parada.

“Pues no era tan pequeño” -concluye otra mujer del vagón.

A la salida del tranvía voy pensando en lo sucedido, en especial en las criticas vertidas y el objetivo de éstas…

Voy pensando en cómo los patrones de la vida y el trabajo se repiten. ¿Cuál es el sentido de las críticas (no constructivas) en los equipos?, ¿desde qué posición se realizan?, ¿qué beneficio obtienen o quieren obtener quienes las emiten? y, sobre todo, ¿qué podemos hacer para afrontarlas manteniendo lo que de ellas suma y reduciendo lo que resta?

 

En unos días y con la organización de Camara de Gipuzkoa reflexionaremos sobre estas cuestiones y trabajaremos para afrontar esas comunicaciones de crítica, queja y manipulación, desarrollar un mayor bienstar organizacional y así obtener mejores resultados

Os dejo el link a la Info: https://shorturl.at/djCMW