Estoy trabajando con un equipo de líderes en un contexto de coaching. Es un equipo que conversa mucho. Conversa sobre el trabajo, sobre las personas de su área, sobre los objetivos, sobre los recursos… sin embargo pienso que faltan algunas conversaciones sobre si mismos y sus dinámicas de relación. El equipo es auto-crítico, auto-exigente y ha establecido un hábito de dialogo claro, directo y honesto, pero duro también y algo amargo, centrando las conversaciones en los problemas y lo que hay que cambiar.
Les invito a hacer el ejercicio de dar y recibir feedback a través de una dinámica con las tarjetas CPC SySt® que descubrí hace unos meses de la mano de Elisabeth Ferrari.
Todos dan y reciben un conjunto de tarjetas predeterminadas con frases en relación a sus cualidades, habilidades, actitudes… En un momento del ejercicio el líder se muestra confuso, tal vez decepcionado. Busca entre las tarjetas pero hay algo que no encuentra.
– Dónde están las negativas? – Me pregunta.
– En el mismo contenido de la tarjeta – Le explico.
Tomo una tarjeta “Se permite no saber” y les invito a darle una vuelta. Les pido que la enuncien como si el mismo hecho fuera un problema. Algunas personas contestan rápido con frases del tipo: “Se muestra ignorante”, “No domina la materia”, “No es profesional”. Parece que el equipo se siente cómodo pensando en términos de problema. El líder de este equipo me explica que hubiera preferido poder dar y recibir un feedback claramente correctivo. Pienso que lo hubiera preferido tal vez porque para él este tipo de feedback es más habitual.
Le animo a intentarlo de esta manera porque creo en el enfoque a solución y confío en que del feedback positivo podrán extraer los recursos y fortalezas suficientes para el mismo crecimiento y desarrollo que persiguen hasta ahora desde la formula crítica de poner el foco en el problema.
Hay mucho de esta misma dinámica en otros contextos de equipo o individuales. Las personas tenemos habito de centrarlos en lo que no va bien. Es una esencia de nuestra parte animal orientada a la supervivencia. Una fórmula que en ocasiones nos bloquea e impide ver lo positivo.
En línea con esta orientación al problema, durante años de estudio de la mente y el comportamiento humano, la ciencia se ha esforzado en identificar, aclarar y clasificar los “desordenes”, es decir, por qué funcionamos mal y cómo arreglarlo. Con la llegada de la psicología positiva se comienza a estudiar el funcionamiento óptimo del ser humano, es decir, en qué funciona bien y cómo promoverlo.
Los psicólogos M. Seligman y C. Peterson trabajaron en una clasificación positiva de cualidades hasta obtener un listado de fortalezas universales. Fortalezas que existen en todas las culturas y han existido en todos los tiempos. Estas fortalezas se pueden medir a partir de instrumentos de medida como el cuestionario psicológico que estos mismos psicólogos construyeron.
El objetivo de este tipo de dinámicas y ejercicios es identificar las propias fortalezas personales para promoverlas como recurso poderoso frente a los retos. ¿Con qué fortalezas cuento? ¿Cómo puedo valerme de mis virtudes para afrontar los problemas?
Nuestra capacidad de introspección es limitada. Como seres sociales le damos un valor relevante a los juicios de otras personas sobre nuestros actitudes, opiniones y acciones. Es a través del feedback cuando completamos el puzzle incompleto de nuestra mirada hacia dentro. Un feedback enfocado a los aspectos positivos con los que contamos para ofrecerlos al equipo, a los objetivos y a nuestra felicidad personal.
Si quieres profundizar en cómo afrontar entornos y personas tóxicas para mantener relaciones nutritivas te invito a que leas el libro: ACTITUDES TÓXICAS. Estrategias para afrontar las relaciones y personas que nos limitan