Para muchas personas septiembre ha supuesto el segundo comienzo del año tras las vacaciones de verano. Hay quien llega con energías renovadas, hay quien lo hace con cierta resignación y hay quien llega con angustia y agotamiento (burnout).

Hoy me centraré en este último grupo; el de los trabajadores y las trabajadoras que se reincorporan a sus puestos contando los días que faltan hasta las próximas vacaciones. Y no con ilusión, sino con la necesidad de un respiro ante una situación que les desborda.

Cada vez hay más registros de sintomatología de ansiedad y depresión asociada al trabajo.  El número de bajas psicológicas crece paulatinamente y se encuentran ya en el segundo puesto por motivo de baja y en el primero en días de duración de ésta.

Ante esta nueva realidad, y en el marco de su impulso de la salud mental, en 2022 la OMS reconoció el síndrome de burnout como enfermedad profesional.

En un post anterior aclaramos qué es burnout, a quién afecta y los aspectos generales para intervenir desde la empresa, pero ¿por qué es importante ahora? ¿Qué hace que el burnout sea en este momento un motivo de atención apremiante? Desgranemos las claves…

El hecho de que hay personas “quemadas” en sus trabajos no es nuevo. Siempre ha habido de esto. Hasta hace unas décadas se consideraba que el trabajo era de por si molesto, alienante y, por tanto, estar desmotivado/a por realizarlo era bastante lógico, bastante común y se aceptaba como un efecto colateral sin mayores consecuencias. Sin embargo, hay cuatro claves que concurren en la actualidad y que marcan la necesidad de las empresas de impulsar ahora políticas y medidas para el bienestar de sus empleados/as

 

¿Por qué atender el burnout es ahora apremiante?

 

1. Cambio del modelo de trabajo

La tecnologización ha provocado un cambio profundo en las necesidades de las organizaciones. Muchos de los trabajos, antes repetitivos, se han automatizado, de manera que actualmente se requieren perfiles de personas especializadas, innovadoras y comprometidas que puedan aportar el aspectos humano y diferencial que no aporta la máquina. El nivel de motivación de los/as trabajadores/as afecta a los resultados y la competitividad de las empresas.

Antes alquilábamos cuerpos, ahora debemos comprometer sus almas

 

2. Evolución de las necesidades personales

En los periodos en lo que hay carestía de recursos básicos las personas se focalizan en la supervivencia. Actualmente la mayoría de los países desarrollados tienen mecanismos de protección social que garantizan las necesidades elementales, lo que permite que la población ascienda por la Pirámide de Maslow en la búsqueda de una mayor autorrealización en todas las facetas, incluido el trabajo; Este anhelo de satisfacción se convierten en la nueva necesidad básica con la consiguiente frustración cuando no se alcanza.

 

3. Evolución social

Ahora hay una mayor conciencia de la permeabilidad entre lo laboral y lo personal.

El tiempo de trabajo también es tiempo de vida y, además, con frecuencia, un tiempo central. Lo que sucede en el tiempo laboral afecta a la persona y se extiende más allá del horario acordado a otras esferas sociales y personales.  Hoy hay una mayor conciencia de que el trabajo afecta al bienestar emocional global de la persona.

 

4. Protección legal

Diferentes organismos se han hecho eco de una necesidad de protección de la salud psicológica de los/as trabajadores/as. La OMS ha incluido recientemente el burnout como síndrome en el CIE-11 (la norma mundial de clasificación de salud) y lo reconoce como enfermedad profesional, con derecho a baja, indemnización y deber de actuación empresarial sobre la situación en que se generó.

 

Esta situación nos lleva a la necesidad apremiante de atender el bienestar organizacional por motivos legales, éticos y económicos. Llevar a cabo progresivamente cambios bajo este nuevo paradigma.

Reconozcamos que las organizaciones han llevado a cabo una verdadera transformación de las condiciones de trabajo, especialmente de las físicas, y que esto se refleja en una mayor seguridad y menor accidentalidad. Es momento de ampliar la mirada a la mejora de las condiciones psicológicas para reducir el estrés, la ansiedad y el burnout y hacer de los entornos de trabajo lugares también emocionalmente seguros.

La transformación hacia esta seguridad psicológica requiere de dos movimientos: el dirigido a reducir los factores empresariales que favorecen el malestar psicológico y el enfocado a impulsar medidas para fortalecer emocionalmente a las personas y las relaciones en los equipos.

Dos movimientos que ofrecen amplios beneficios y de los que hablaremos en un próximo post.

 

Hasta entonces, como siempre, si quieres, hablamos…